jueves, 26 de febrero de 2009

Alberto Moravia / "Pastiche"

"Pastiche"

Pastiche es una palabra francesa casi intraducible. El equivalente italiano sería "contraffazione" (contrahechura) o "imitazione" (imitación); pero el primer vocablo es demasiado violento, y el segundo demasiado descubierto. El escritor, o el pintor, o cualquier artista que sienta la tentación de hacer "pastiche", o sea una obra en que se contrahagan con habilidad el estilo, la manera, el tono y hasta el contenido de un determinado modelo, puede hacer obra elegantísima y en cierto modo autónoma, tan alejada de la grosería de la contrahechura como de la pasividad de la imitación. Además, es propia del "pastiche" una cualidad decorativa, regocijada, a veces irónica. El "pastiche" es una broma que se hace en serio y en que casi todo es gratuito, excepto la literatura. La inspiración del "pastiche" no viene de uno u otro sentimiento poético, sino de un enamoramiento o admiración que se experimenta por este o aquél artista genuino. Una inspiración de segundo o tercer grado, pero no por ello menos valedera. Los escritores (artistas) de "pastiches" son un poco como pájaros que ponen sus huevos en nidos ajenos.

(1942)
Alberto Moravia
"El hombre como fin"

Alberto Moravia / sobre La Prosa...

La presencia, la prosa

Cuando Stendhal hablaba de una prosa de Código Civil, no obedecía probablemente a una exigencia de sencillez (la prosa del Código Civil no es necesariamente sencilla; diría, antes bien, que donde las leyes lo requieren, es bastante complicada), sino sobre todo de perfecto dominio de la materia, vale decir la libertad. (...) Esta falta de libertad se manifestará de varias maneras. En el complacimiento del detalle, en la forzada fidelidad a los datos temporales y espaciales, en el contexto sintáctico que resultará compuesto de toques impresionistas dispuestos variadamente los unos junto a los otros (...)
La tensión y la lucidez de una prosa están en relación directa con la crueldad ejercida por la inteligencia sobre la materia. Pensemos en la crueldad de un Machiavelli, sobre todo en el Principe; crueldad en la que se basa en gran parte la acusación de inmoralidad que en todo tiempo se ha dirigido al escritor florentino. A su vez, la crueldad deriva de la resistencia de la inteligencia a sugestiones sentimentales de orden inferior. En el fondo de ciertas prosas decorativas, literarias, humanistas, tradicionales, educativas, agradables, siempre encontramos el compromiso. Compromiso formal redoblado por un compromiso humano.
En otras palabras, la prosa debería estar en relación directa con las más rigurosas y esenciales facultades lógicas del escritor. Debería ser la expresión de una sinceridad, más que completa, supremamente coherente, y por esto llevada al límite extremo de la fantasía. (...)

(1942)
Alberto Moravia
"El hombre como fin"
Editorial Losada, S.A.
Título del original italiano: L'uomo come fine e altri saggi
Buenos Aires, 1967

¿Cuál es tu opinión al respecto de estos parrafos del artículo de Moravia?

miércoles, 18 de febrero de 2009

Carlos Mastronardi

Las prácticas del cielo


Sobre la trama dulce
del temporal ropaje
que se vuelca a los pies
del infinito rey
esculpido en la piedra,
la vida se fatiga
y muere con delicia
y resurge fogosa.

No mejoran los tiempos
si lo nuestro es pensado
por la mente durable
del que ignora los años,
del animal supremo
que engendra numeroso,
con incansable furia,
para sentirse eterno.

Somos la vana fiebre
del varón incoherente
que tiene entre sus manos
un disco en cuyo extremo
de vértigo giramos,
y un ramo prodigioso
que mueve largamente
para animar los pechos.

La luz viene a querernos
cuando cierra los ojos
el monstruo perdurable
que se nutre de humanos.

Nos persigue y asedía
cuando se sabe pobre
de razón armoniosa
en el llanto del niño
y en amores mortales.

Espanto hay en el ojo
que perdura sin mundo,
y en la mano sin término
que busca poblaciones
en el humo y la sombra.
El extraviado rey
nos reclama su reino,
y levanta murallas
que abatimos nosotros.

Carlos Mastronardi

Aquiles niño


El tiempo breve te acaricia apenas,
por tu pequeña mano detenido,
pero a un hombre ignorado ya encadenas,
y antes de ser recuerdo eres olvido.

Un anónimo reino se vislumbra
desde tu alegre eternidad vacía,
y el pasado te espera en la penumbra.
Ningún dios te desteje todavía.

Frente a la infinitud, querido abismo,
se abre el duro pimpollo de ti mismo,
y en tierras que no pisas te construyes.

Prueba tu lengua la hoja nueva; el cielo,
recién mirado, te infundió su anhelo:
perdiendo a tu nombre te desligas y huyes.

Carlos Mastronardi
(Gualeguay - Entre Ríos - 1900-1976)

lunes, 16 de febrero de 2009

Clarín.com Edición Sábado 15.02.2003 » Revista Ñ »

Memorias de un provinciano

AL RESCATE DE CARLOS MASTRONARDI

Autor mítico y a la vez clandestino, Mastronardi fue una voz singular entre los vanguardistas de los 20. Traductor obsesivo y poeta, despreciaba la "facilidad obscena" de cierta lírica "sin plan ni sacrificio".

Opacada su figura por la de sus contemporáneos y amigos Borges y Juan L. Ortiz, y opacada también su obra por no responder a las convenciones de la época en la que fue escrita, Carlos Mastronardi es como una moneda cuyo valor sólo es comprendido por quienes están en materia. Parafraseando a George Steiner —quien hablaba del Borges de los años 50 en Europa—, Mastronardi es hoy algo clandestino, perteneciente a una minoría, que se transmite de una persona a otra a través de susurros, y cuyos devotos se reconocen mutuamente. Para muchos otros, en cambio, Mastronardi es un mito: el amigo entrerriano de Borges, el único interlocutor argentino de Gombrowicz, el curioso fotofóbico que sin embargo le cantaba a la luz, el verdadero traductor de las enseñanzas simbolistas en el Río de la Plata, el extraño caso del vanguardista antivanguardista, son algunos de los sinceros apotegmas que ocultan una obra que, salvo casos excepcionales (antes Juan Carlos Ghiano o Saúl Yurkievich, hoy Ricardo H. Herrera, o María Teresa Gramuglio) no es leída por nadie y que, de hecho, no circula desde 1982, cuando la Academia Argentina de Letras publicó un pequeño volumen titulado "Poesía completa", hoy fuera de catálogo (al que alude el poeta Luis Tedesco en la contratapa de esta edición).
De allí el interés y la expectativa que generó el Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral al dar a conocer recientemente —después de un año de dilaciones— que publicará la obra completa de Mastronardi. Fue Claudia Rosa, profesora y crítica entrerriana, quien llevó adelante el proyecto desde 1996: tal como ya había sucedido con la Obra Completa de J.L. Ortiz, también se sospechaba que la de Mastronardi estaba cargada de materiales inéditos. Entre ellos, su cuaderno de traducciones, que finalmente no fue encontrado entre sus papeles, y que incluía sus versiones inéditas de los Poemas en Prosa de Mallarmé, encargadas —según cuenta César Aira— por un editor y realizadas por el entrerriano con sus proverbiales minucia y parsimonia; tantas que cuando terminó el trabajo, la editorial había cerrado hacía décadas.
Lo que no se buscaba entre los papeles y sin embargo se encontró fue una serie de hojas sueltas, señaladas con una B mayúscula y manuscrita (de las que ofrecemos fragmentos), una suerte de libro en proceso en el que Mastronardi, entre los años 40 y 60, valora y discute la obra de Borges, y que puede ser leída hoy como un documento esencial para comprender el lugar que ocupaba el autor de Ficciones entre sus contemporáneos más luminosos. Es interesante recordar que también Adolfo Bioy Casares tuvo su B. Su Borges, que permanece inédito, es el diario de una amistad incandescente desde el punto de vista literario.
Esos materiales se encontraban en Gualeguay, en casa de un señor Eisse Osman, médico que atendió al poeta hasta días antes de su muerte, producida en Buenos Aires el 5 de junio de 1976, a los 74 años. Junto con ellos se hallaron también otros materiales inéditos o dispersos: cartas, conferencias, artículos periodísticos (Mastronardi vivió toda su vida del periodismo), ensayos y poemas, como éste titulado "Mother o la vejez": "Zaguán sin cartas. Nadie acude./ Al piano, un vals que bailó el 900. Toca ese/ vals, curvada y mínima sobre el teclado./ Disgregación general. Maleza en los patios./ Objetos sin dueño./ Como en la infancia: nada tiene sentido".
El valor de la obra de Mastronardi no está en relación directa con su reconocimiento. Basta releer "Luz de provincia" —parar citar uno de sus poemas más famosos— o "La medalla", uno de los últimos, sobre cuyo asunto pedestre (unos com pañeros de trabajo condecoran al que se jubila) se sostiene el tema del paso del tiempo ("Acuden, pues, a la firmeza/ del oro o del bronce/ para dar ilusoria persistencia/ al incierto recuerdo que vacila"). Allí, otra vez, entre argumentos comunes ("Las cosas que yo nombro no son muchas") y simplezas cotidianas ("Pobre salgo de toda maravilla") se construye una voz grande y singular que, como las de la vanguardia y la de Juan L. Ortiz, le encontró la vuelta a uno de los problemas centrales de la poesía argentina del siglo XX: cómo escribir después del Modernismo.
Mastronardi nació en Gualeguay en 1901. A los 19 años se fue a vivir a Buenos Aires, donde muy pronto hizo amistad con el grupo de poetas y escritores que un par de años después iban a dar forma a la primera agrupación de vanguardia argentina, el martinfierrismo. Pero Tierra amanecida, publicado en 1926 en la misma editorial donde Roberto Arlt publicaba ese mismo año El juguete rabioso, no da con ninguna de las notas de la vanguardia ultraísta: en lugar de metáforas, comparaciones; en lugar de verso libre, combinaciones de endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos; en lugar de aeroplanos y prismas, parejas de labriegos y campo. Como señaló Raúl González Tuñón, Mastronardi, contemporáneo de la vanguardia, no formó parte de su núcleo esencial: "En sus poemas se advierte la ausencia del desenfado y el empuje característico del grupo". La vanguardia, sobre todo por el prestigio adquirido posteriormente por buena parte de sus actores (Borges, el mismo González Tuñón, Oliverio Girondo, Marechal) es tal vez el capítulo principal de la historia de la poesía argentina del siglo XX. Mastronardi, relegado de él, pareciera quedar afuera de todo el sistema.
De hecho, en los mismos años 20, estaba más en sintonía con los autores que la vanguardia se imponía relevar, como Lepoldo Lugones, que con sus contemporáneos, lo que le valió un reconocimiento tardío después de publicar en 1937 su tercer libro, Conocimiento de la noche, que contiene "Luz de provincia". Entonces Mastronardi fue revindicado por los poetas que comenzaron a publicar en los años 40. Reunidos en torno de algunas revistas e ideas, entre las que se destacaba el desprecio por lo que entendían una "frivolidad lúdica" del martinfierrismo, estos poetas vieron en Mastronardi a su maestro y precursor. En perspectiva, podemos ver que la falta de peso de los poetas de los 40, que ni siquiera conformaron estrictamente una generación, atentó contra la tardía revalorización de su obra.
Impertérrito, para esa época Mastronardi cultivaba la ironía en las notas bibliográficas que publicaba en la revista Sur, donde iba calibrando su prosa ensayística que años más tarde dio dos productos notables: Valery o la infinitud del método (1955) y Formas de la realidad nacional (1961). En tanto deja de escribir poesía —o escribe mucha menos—, quizá tratando de eludir lo que llamó "el mito de la facilidad obscena": "La poesía lírica, para muchos de sus cultores locales, excluye todo plan y no supone sacrificio alguno. Permite seguir la línea del menor esfuerzo: todo consiste en dejarse llevar. En cambio la narrativa, la crítica, el ensayismo (casi baldíos entre nosotros), exigen tareas preparatorias y desarrollos orgánicos".
Entre 1930 y 1974, Mastronardi llevó adelante una suerte de diario de escritor, publicado póstumamente, en 1984, bajo el título Cuadernos de vivir y pensar. Allí, cuando todavía no tenía 30 años, escribió: "No parecerse a nadie todavía no es parecerse a sí mismo". La primera parte del programa, Carlos Mastronardi ya la había llevado a cabo en muy pocos años, rompiendo los tenues lazos que lo unían con los martinfierristas. La segunda, en cambio, le llevó una vida y una obra. En 1974 anotó: "Por lo general, la literatura refleja el carácter que, a su vez, refleja hábitos y costumbres. Este es el antecedente conservador de la letras. Soy el que fui: tiempo acumulado".
Mastronardi murió dos años más tarde, en 1976. Dejaba una obra que se comenzará a publicar este año de modo completo en tres tomos, organizados cronológicamente según el orden previsto por la compiladora Claudia Rosa. El primero abarca hasta 1937 e incluye lo que ella denomina los "pre-textos" de "Luz de provincia", Tierra amanecida, Conocimiento de la noche, artículos periodísticos, conferencias inéditas y la parte de Cuadernos de vivir y pensar que corresponde a este primer período de su trabajo. El segundo tomo abarca el período 1938-1959 e incluye Valery y la infinitud del método, otros poemas no publicados en libro, el B, algunas conferencias y los artículos publicados en Sur. El tercero toma Formas de la realidad nacional, los Siete poemas, de 1963, Memorias de un Provinciano, de 1967, nuevos poemas inéditos, conferencias y artículos publicados en El Hogar, El Mundo, La Gaceta de Tucumán y La Nación. Su carácter ácrata, personalísimo, fuera de toda voluntad gregaria, no impide leer en el conjunto de estos textos la teoría y la práctica de un primer simbolismo argentino, del que Juan L. Ortiz fue el mayor beneficiario.
Martin Prieto

Biblioteca popular municipal "José Manuel Estrada"

En la localidad de Los Molles, provincia de San Luis, está esta biblioteca popular en medio de la plaza principal. Eran aproximadamente las cinco de la tarde y el pueblo descansaba en su siesta. ¡Hermosa biblioteca!
(al bloger "deluganoalaluna")

A la luna
(1819)


¡Oh, tú, graciosa luna, yo me acuerdo
de que, hace ya un año, a esta colina
vine lleno de angustía a contemplarte!
Y tú te alzabas sobre aquella selva,
como ahora, que toda iluminas.
Mas nebulosa y trémula, del llanto
que vertían mis ojos, a mi vista
se mostraba tu faz; que trabajosa
mi vida era, y no ha cambiado en nada,
¡oh dulcísima luna! Pero gozo
al recordar y enumerar las horas
de mi dolor. ¡Qué grato es en el tiempo
juvenil, cuando es larga la carrera
de la esperanza y breve la memoria,
recordar el pasado, aunque sea triste
y aunque el afán en nuestro pecho dure!


Giacomo Leopardi
(1798-1837)


Poesía y prosa
Biblioteca Básica Universal
Centro editor de América Latina
Buenos Aires, 1968
traducción de Miguel Romero Martínez
(al bloger "deluganoalaluna")

Los reinos graduales


La luna inmemorial te presentaba
sobre el destierro de la piedra fría,
liviana de ciudad y oscura traba,
libre la voz y sola en la poesía.

Graves himnos el bronce propagaba,
pero de pronto el mundo parecía
tan sólo un eco de vehemente aldaba,
y una tierna mirada me construía.

Intensa como el ángel del verano,
los glaciales errores del perdido
ya disipaste por el aire vano.

Victorias del color labran tu imperio
y en las huestes del alba, conmovido,
vuelvo a tu lucidez y a tu misterio.

1961

Carlos Mastronardi
(Gualeguay -Entre Ríos - 1901-1976)
Ediciones Culturales Argentinas
Argentinos en las letras
Buenos Aires, 1962

jueves, 12 de febrero de 2009

sigamos con El maestro ignorante:

¿comprende el niño? No, no comprende. Encontraré nuevas maneras de explicarle, más rigurosas en sus principios, más atractivas en su forma, y verificaré que haya comprendido.

Noble preocupación. Por desgracia, es precisamente esa palabrita, ese mandato de los iluminados -comprender- lo que produce todo el daño. Es la que detiene el movimiento de la razón, destruye su confianza en sí misma, la que desvía de su propio camino al partir en dos el mundo de la inteligencia, ... entre el sentido común y la ciencia. A partir de que se ha pronunciado el mandato de la dualidad, todo perfeccionamiento en la manera de hacer comprender, la gran preocupación de metodistas y progresistas, es un progreso en el embrutecimiento. ...

El azar y la voluntad

Así funciona el mundo de los explicadores explicados. Y así habría funcionado también para el profesor Jacotot, si el azar no lo hubiese puesto en presencia de un hecho. Y Joseph Jacotot pensaba que todo razonamiento debía partir de los hechos y ceder ante ellos. ...
Y el hecho era que esos estudiantes se habían enseñado a hablar y a escribir en francés sin la ayuda de sus explicaciones. No les había transmitido nada de su ciencia, ni explicado las raíces o las flexiones de la lengua francesa. ... los había dejado solos con el texto de Fenelón, una traducción -ni siquiera interlineada, a la manera de los textos escolares- y su voluntad de aprender francés. ... La necesidad lo había obligado a dejar fuera del juego a su inteligencia, esa inteligencia mediadora del maestro que relaciona la inteligencia impresa en las palabras escritas con la del aprendiz. Y, en consecuencia, había suprimido esa distancia imaginaria que es el principio del embrutecimiento pedagógico. ... Comprender nunca es sino traducir, es decir, ofrecer un equivalente de un texto, no su razón. No hay nada detrás de la página escrita, no hay doble fondo que necesite del trabajo de otra inteligencia, la del explicador;... Si los estudiantes habían comprendido la lengua aprendiendo Fenelón, no era simplemente debido al movimiento gimnástico de comparar la página izquierda con la derecha. Lo que cuenta no es la aptitud para ir de una columna a la otra, sino la capacidad de decir lo que uno piensa en palabras de otros.
Pero además, la inteligencia que les había hecho aprender el francés en Telémaco era la misma con la que habían aprendido la lengua materna: observando y reteniendo, repitiendo y verificando, relacionando aquello que buscaban conocer con lo ya conocido, haciendo y reflexionando acerca de lo que habían hecho.
Habían avanzado como no se debe, como los niños, a ciegas, adivinando.
Y entonces se planteó esta pregunta: ¿no era necesario invertir el orden admitido de los valores intelectuales?

¿acaso el vergonzoso método de la adivinanza no era el verdadero movimiento de la inteligencia humana que toma posesión de su propio poder?

Los metodistas oponen el mal método del azar al procedimiento razonado.
"Hay tantas realidades como usted quiera imaginarse"



"Vivimos vidas que se basan en una selección de hechos imaginarios"

Balthazar - Laurence Durrel
Las multitudes

No todos pueden darse un baño de multitudes: gozar de la muchedumbre es un arte; y sólo puede darse un festín de vitalidad, a expensas del género humano, aquel a quien un hada insufló en su cuna el gusto por el disfraz y la máscara, el odio al domicilio, y la pasión del viaje.
Multitud y soledad, términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en medio de una atareada muchedumbre.
El poeta goza del incomparable privilegio de poder ser, a su guisa, él mismo y otro. Como las almas que vagan buscando un cuerpo, entra, cuando quiere, en el personaje de cada uno. Sólo para él, todo está vacío; y si determinados lugares parecen estarle vedados, ello se debe a que, a sus ojos, no merece la pena visitarlos.
El pensativo y solitario paseante obtiene una singular embriaguez de esta comunión universal. Quien se desposa fácilmente con la multitud, conoce gozos febriles, de los que quedarán eternamente privados, el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, metido en su interior como un molusco. Abraza como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que la circunstancia le presenta.
Lo que los hombres llaman amor es cosa muy pequeña, restringida y débil, en comparación con esta inefable orgía, con esta santa prostitución del alma que se da por completo, poesía y caridad, a lo que aparece de improviso, a lo desconocido que pasa.
Es bueno en ocasiones enseñar a los satisfechos de este mundo, aunque sólo fuera para humillar por unos instantes su necio orgullo, que hay dichas superiores a las suyas, mayores y más refinadas. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes misioneros exiliados en los confines del mundo, sin duda conocen algo de estas misteriosas embriagueces; y, en el seno de esa gran familia formada por su genio, deben reírse alguna que otra vez de quienes los compadecen por su azarosa suerte y por su vida tan casta.

Charles Baudelaire

lunes, 9 de febrero de 2009

Cuestión de tiempo


cuestión de tiempo quizá
de andar en trenes
de encontrar a la luz del sol
la guerra y la paz
el camino que lleva al hermano
al enemigo
cuestión de tiempo
la música vendrá
un tribunal enjuiciará tu miedo tu pobreza
y otro mañana de distinto modo
al vagabundo que se extravía balbuceando
el idioma que hablarán los hombres
cuestión de tiempo
colonizadores de la riqueza y la claridad
en todos hablará el difícil amor
la transparencia
pero siempre el vértigo
extenderá sombras sobre los senderos
abrirá cielos sobre las voces y el silencio
y hombres solos
mujeres solas
hablarán sin amparo
sin encontrar la palabra apropiada
el nombre de la noche

Edgar Bayley

sábado, 7 de febrero de 2009

En la luz que da a una calle sin sombra
está el reflejo
de unos ojos sin descanso

triste mirada

c.g.
Si se pensara en bajar del tren
¿cuál es la verdad, cuál es la realidad?
La del que se queda parado en la estación
o la del que sigue su vida en el vagón?
¿cuál es el camino? seguir o parar?

c.g.

viernes, 6 de febrero de 2009

Biblioteca popular Lugones - Merlo (San Luis) barrio Piedra Blanca



En esta Casa iba Leopoldo Lugones a descansar y a escribir. Merlo -San Luis- barrio de Piedra Blanca.
pero los enfermos mentales ¿de qué mente están enfermos?
La una o de la otra.

osvaldo Lamborghini
Los poetas se acercan de algún modo a la verdad,
eso es algo que nadie puede negar.

Joseph Conrad - "El alma del guerrero"