miércoles, 18 de febrero de 2009

Carlos Mastronardi

Las prácticas del cielo


Sobre la trama dulce
del temporal ropaje
que se vuelca a los pies
del infinito rey
esculpido en la piedra,
la vida se fatiga
y muere con delicia
y resurge fogosa.

No mejoran los tiempos
si lo nuestro es pensado
por la mente durable
del que ignora los años,
del animal supremo
que engendra numeroso,
con incansable furia,
para sentirse eterno.

Somos la vana fiebre
del varón incoherente
que tiene entre sus manos
un disco en cuyo extremo
de vértigo giramos,
y un ramo prodigioso
que mueve largamente
para animar los pechos.

La luz viene a querernos
cuando cierra los ojos
el monstruo perdurable
que se nutre de humanos.

Nos persigue y asedía
cuando se sabe pobre
de razón armoniosa
en el llanto del niño
y en amores mortales.

Espanto hay en el ojo
que perdura sin mundo,
y en la mano sin término
que busca poblaciones
en el humo y la sombra.
El extraviado rey
nos reclama su reino,
y levanta murallas
que abatimos nosotros.