lunes, 1 de diciembre de 2008

Eduardo Mileo - poeta invitado a leer en la Biblioteca


De Mujeres
(2ª edición, Ediciones en Danza, 2005)

Ella es audaz hasta decir basta.
Desde el enorme ventanal de su piso
en un edificio de gran categoría
observa la desmesura de la ciudad
como colgada del aire.
A veces se desviste y comprime
sus gloriosas tetas contra el vidrio
y es una escultura viva
un documento
una crítica del vacío.
Su lugar frente a la ventana la coloca
en el sitio de la meditación.
Sólo la calma la despierta
la encuentra
desnuda frente al mundo.


De Poemas sin libro
(Ediciones en Danza, 2002)

La raya muerta
A Raúl Mileo

En su ademán inmóvil suspendida,
aparición en el alud de espuma,
esperando ya no,
desesperada,
la raya muerta.

Encadenada a su espejo de arena
como los astros a su elipse, quieta,
cielo de bocas entreabiertas,
la raya muerta.

Muerta sin fin, sin alas, ciega.
Pájaro de tierra.
El mar la cubre y la descubre. Juega
con esa niña sin muñecas.


Para la luz del sol.
Para una catedral de luz desierta.
Para la vida sin la vida. Huella.
Vuelo de hondura de la raya muerta.
Raya no de diálogo.
De fin.
Página suelta.
Rumor de mar.
Amores en América
desaparecen de su puerta.
Brilla el frío solar y apaga el cielo.
Abre los ojos la raya muerta.

No raya de pasión.
No de quimera.
Ni de alegría ni de esperma.
Virtud del agua que en el agua queda.

A su salud postrera,
el ojo del crepúsculo se incendia.

Raya sin alas.
Pájaro de guerra.
Murió de un pescador que vive en pena.
En el fondo del mar
la vida late.
Pero es del aire lo que vuela.



De Poemas del sin trabajo
(Ediciones en Danza, 2007)


Sueño con electricista

La luz desnuda la noche.
Es un grito del cielo.
Un desahogo del mundo.
Un rayo hiende la tierra
quema las ilusiones
desalienta el olvido.
Él abre su silencio a las ventanas.
Pela los cables
con minuciosa serenidad.
La cinta se adhiere
a los mínimos alambres.
Lo aísla.

La gente lo llama
para salir de su abismo.
Su figura crece en las tinieblas.
Pero una cosa es dar luz
y otra, estar iluminado.
Él cree que es un buen conductor
y una sonrisa
le alumbra el rostro.


En la ruta

El sin trabajo huele a quemado.
Su aspecto de sí mismo
lo descubre ante el mundo.
Como el amor se come con champán,
el sin trabajo no piensa enamorarse.
Pero vivaces
sus ojos se despiertan
cuando huele en el aire.
El sin trabajo cree en el humo
de las gomas encendidas.

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