miércoles, 31 de diciembre de 2008

Del Diario de Augusto Monterroso

Todo el Modernismo es triste
Los modernistas -dice Pacheco en su Prólogo, que, por cierto, en su brevedad condensa todo lo que pueda decirse con inteligencia de este movimiento- "tuvieron que ganarse la vida en el mercado". "Hasta libros capitales como Prosas profanas y Lunario sentimental se imprimieron en no más de 500 ejemplares." (Poseo un ejemplar de la 1ª edición de Historia universal de la infamia [Editorial Tor, Colección Megáfono, Buenos Aires] de Jorge Luis Borges, cuyo tiraje, cuarenta años después del libro de Darío y veintiséis después del de Lugones, es decir, en 1935, no alcanzó una cifra mayor.)
Sí, en el mercado:
Del editor Gregorio Pueyo a Rubén Darío, diciembre de 1906: "Mirando el negocio bajo este prisma, y con el objeto de ahorrar tiempo y molestias, la oferta que puedo hacerle es la siguiente: Por una edición de Azul de mil ejemplares y otra de Cantos de vida y esperanza, yo abonaría, en conjunto, la cantidad de quinientas pesetas. Se entiende que la tirada de cada obra sería de mil ejemplares y que no podría usted contratar con nadie mientras no se agotaran las ediciones, o en mi poder quedaran más de cincuenta ejemplares".
Pacheco en su Prólogo: "Por eso no se puede impugnar a quienes afirman que si lo que distingue al Modernismo es la voluntad de estilo, el empeño artístico, la idea ética y estética de que escribir bien es una forma de hacer el bien, su indiscutible fundador es Martí".
Qué cosa sea el bien nos lo puede explicar Sócrates y tal vez igualmente José Martí, que creía en él y lo practicaba y por él murio; pero, ¿escribir bien?
Pensar y sentir, mezclados, ¿en qué dosis? ¿Debo escribir con verdad lo que sé o lo que siento? Personas que desean dedicarse a la literatura me preguntan eso. ¿Hoy, en el momento en que me está sucediendo, o mañana, en frío? Nadie lo sabe: mezclelo todo, póngase a trabajar y lo que salga será lo que salió, y que Dios lo bendiga, o la bendiga. No hay otra respuesta. Por otra parte, eso que termina por decirse está siempre por debajo de la voz interior. Creo que nadie en el mundo ha expresado esto mejor que el modernista mexicano Manuel Gutiérrez Nájera en su poema Non omnis moriar:
Era triste, vulgar lo que cantaba
mas, ¡qué canción tan bella la que oía!
Augusto Monterroso - La letra e (Fragmentos de un diario) -Alfaguara, 1986.

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