martes, 30 de diciembre de 2008

Postales


I

Invierno 2007
Estábamos en invierno y José me llamó por teléfono y me dijo si nos veíamos el sábado en la Biblioteca. Hacía mucho frío y el día no estaba como para acomodar libros. La biblioteca era un cuarto cerrado lleno de cajas amontonadas. Era triste de ver y más bien producía congoja ver tanto libro muerto, cerrado en esas cajas. El trabajo era sacar los libros y pasarles una franela para espantar un poco el polvo, luego acomodarlos con un poco de orden. No sabíamos cuál era el orden que imperaba aquí. El orden era el desorden, nos reímos… Ese sábado el frío nos venció y nos fuimos dejando un poco más de libros en desorden en las estanterías.

II

Kelo había puesto las dos lámparas y tenía la sala más luz. Diego, Sebastian y algunos brazos más persistían en seguir acomodando libros, arreglando estanterías, haciendo funcionar cualquiera de los dos o tres cascajos que teníamos como computadora. Ni José ni yo aparecíamos por allí. La Biblioteca seguía adelante y rebotando de unos a otros. Diego era el cable al cual nos íbamos colgando cada tanto. Se mejoró el mobiliario, se distribuyeron los libros por grandes temáticas: literatura argentina, latinoamericana, europea, infantil, poesía, cuento, ensayo, enciclopedias… estaba finalizando el 2007. Ese espacio que se movía, nos estaba revolviendo como en una licuadora, cuya fuerza centrifuga expulsaba y centrípeta atraía. Hubo muchos brazos, languidecía el año y éramos pocos brazos. La Biblioteca estaba ya bastante más bonita, pero no había brazos ni abrazos.

III

El teléfono sonaba y era Diego, que me invitaba para que me acercara, corría marzo o abril de 2008. Siempre había una excusa, pero Diego insistía con los mensajes de texto, Diego el cable, estaba de nuevo generando su enorme energía joven y lo logró. Un sábado me acerqué y allí en la Biblioteca estaban el Seba, Diego y Kelo. Nos abrazamos y orgullosos mirábamos cómo esta licuadora nos había vuelto a juntar. Hablamos. Nos propusimos hacer mucho de ahora en más y empezar a llamar a la gente para que se sumara. Llamé a José y él también se animó y así empezamos a leer un día un cuento de Quiroga, otro sábado otro cuento, una poesía, algún artículo de diario, queríamos leerlo todo. Así fue como alguien dijo de empezar a leer Ulises de James Joyce, y en eso estamos… todos los sábados un poquito.
Se nos ocurrió llamar a ese encuentro de los sábados taller y le pusimos un nombre: Saltando de texto en texto. Un nombre muy apropiado para este espacio. La licuadora seguía funcionando y Diego vino con la nueva que había invitado a un grupo de poetas a leer sus poesías acá en la Biblioteca. El grupo se autogestiona como LeeMUs. Y así nació el ciclo de Saltando.
La Biblioteca, esta licuadora humana, nos ha dado la alegría de vivir literatura sábado tras sábado. Tozudos como anarquista, constantes como evangélico en Plaza Once. Decididos, muy decididos a seguir en esto.
cayetano
Diciembre 2008.

2 comentarios:

sonoio dijo...

muy buen relato, cayetano, muy buen relato, un abrazo

Lilya Nuratis dijo...

que hermoso!!!!
que lindo espacio!!!
saludos
Lilya